Si analizamos el tema de los heurísticos, esos atajos del pensamiento que nos permiten tomar decisiones por la vida rápida, podemos comprobar que a menudo éstos tienen consecuencias trágicas.
Puede que el ejemplo más representativo de todo esto sea lo que podríamos llamar heurístico de autoridad: nuestra tendencia a obedecer a figuras de autoridad sin cuestionarlas.
Esta tendencia fue estudiada en un célebre experimento de Stanley Millgram, con el que quiso investigar el porqué de los brutales crímenes provocados por el régimen nazi.
Aunque resultaba obvio que los líderes nazis eran monstruosos, nunca se habrían salido con la suya de no haber sido por la complicidad de miles de personas supuestamente normales.
Adolf Eichmann es el más famoso ejemplo de persona normal convertida en atroz criminal que “sólo cumplía órdenes”.
El experimento de Millgram consistía en hacer creer al sujeto que iba a hacer de examinador en una prueba para estudiar el aprendizaje. Una persona que hacía de alumno, y que en realidad era actor y cómplice del experimentador, debía responder a unas preguntas, y si las fallaba, el experimentador ordenaba al sujeto que le aplicara una descarga eléctrica.
Las supuestas descargas, que en realidad eran fingidas, iban alcanzando intensidades crecientes a medida que el alumno fallaba más y más preguntas.
De esto se extrae la conclusión de que el heurístico de autoridad puede hacer tomar decisiones muy equivocadas a personas en baja probabilidad de elaboración, en ocasiones que requerirían mucha reflexión por la trascendencia de su resultado, por lo que puede originar una tragedia.
El heurístico de autoridad no siempre tiene, claro está, consecuencias tan terribles. A menudo está presente en los debates y argumentaciones intentando que los demás den por buena una afirmación sólo por proceder de una autoridad respetable.
sábado, 23 de mayo de 2009
viernes, 22 de mayo de 2009
Trato preferente a la gente guapa
La belleza física hace que seamos más amables y receptivos y, en general, mostremos más propensión a complacer y hacer favores a alguien muy atractivo. Pero, ¿es esto un simple resultado del efecto halo? Creo que este efecto no basta para explicar todos los matices de este comportamiento.
En casos de baja elaboración, el atractivo puede ser un factor bastante influyente a la hora de convencernos o no. Hemos estudiado que en estas ocasiones funciona como un heurístico. Pero creo se puede distinguir entre cómo nos comportamos ante alguien atractivo del mismo sexo (o un niño o persona de edad muy diferente); y alguien atractivo del sexo opuesto y edad similar a la nuestra. Me parece claro que, aunque en ambos casos prestemos más atención a la persona agraciada que a otra que lo sea menos; influirá en nosotros mucho más si la persona atractiva es del sexo opuesto que si es del mismo.
Creo que, en este caso -persona atractiva del sexo opuesto-, entran funcionamiento dos heurísticos (además de otros factores como el efecto halo) : el de "escaso igual a valioso" y el principio de reciprocidad.
Al ser humano le motiva más el no perder una oportunidad que ganar algo. Me parece que cuando alguien hace un favor a alguien muy guapo del sexo opuesto está buscando ganar su simpatía en el mismo sentido que cuando alguien nos gusta y tratamos de resultarle agradable. Aunque no pretendamos entablar una relación con esa persona por la imposibilidad lógica de que esto ocurra en esa situación; por la irracionalidad de este pensamiento; o simplemente por una falta de planteamiento; creo que, de manera inconsciente, no queremos caerle mal para dejar siempre abierta esa posibilidad. En mi opinión sólo esto puede explicar el trato aún más preferente que damos a las personas atractivas del sexo opuesto; la atracción sexual.
La posibilidad de una relación (sexual o de pareja) con alguien atractivo es vista como una oportunidad apetecible a primera vista, no necesitamos conocerle. En cambio con una persona normal o fea necesitaríamos conocerla un poco para considerarla una oportunidad (no nos atrae a simple vista y por ello el trato preferente no ocurre). Al ver a alguien guapo no pensamos quizá que siendo simpáticos con él vayamos a conseguir conquistarle, pero sí que sabemos que si nos mostramos en desacuerdo o somos groseros o poco atentos "perderemos" esa oportunidad que, en teoría -y aunque nunca vayamos a intentar aprovecharla-, está ahí.
La influencia del principio de reciprocidad va ligada a esto y también al efecto halo. Cuando somos más amables con alguien atractivo es porque sabemos (inconscientemente) que nos corresponderá por este principio. Lo que buscamos puede ser o una recompensa unida a lo sexual (simpatía, atención o muestra de afecto de alguien que nos resulta atractivo sexualmente) o de autoestima: el ser bien considerados por alguien que, debido al efecto halo, percibimos como superior.
En un ejemplo que se estudió ante las escaleras de un supermercado en el que primero una mujer de apariencia normal y luego una atractiva pedían ayuda para subir unas maletas; los masculinos héroes que acudieron en ayuda de la damisela rubia y con buena figura no lo hicieron sólo por pensar que sería superinteligente y buena persona. Se trataba de una oportunidad de interactuar con una mujer guapa y ponerla en situación de deberles un favor. Una oportunidad que no querían perder. Ninguno de ellos la invitó a una copa después ni pretendía que ella les diera el teléfono, eso sería algo irreal; y, sin embargo, la ayudaron.
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