miércoles, 3 de junio de 2009

Demasiado bueno para ser verdad

Frente a todos los heurísticos vistos durante el curso y en relación con la publicidad, creo que puede hablarse de una influencia cada vez más fuerte de uno que podríamos definir como "demasiado bueno (o bonito) para ser verdad". Es evidente que todas las tácticas vistas a lo largo del cuatrimestre -unas más sutiles y otras más burdas- tienen una efectividad contrastada; pero creo que cada vez más el consumidor está inmunizado contra ellas.

El estar expuestos a millares de impactos publicitarios al día y vivir en la era de la información en la que no se puede ocultar nada ha hecho que perdamos mucha de la inocencia que algunas compañías presuponen. Las generaciones actuales ven gratis y ya no piensan tanto "coste cero" como "¿dónde está el truco?". Un préstamo de dinero alto y rápido hará saltar inmediatamente nuestras alarmas en cuanto a intereses.Sabemos que una companía lo que quiere es nuestro dinero y cuanto más bonito traten de pintar la venta peor nos olerá; dudaremos más de su honestidad.

Hasta un producto que de verdad sea tan bueno como dicen - por ejemplo se me ocurre un producto con una fórmula química que de verdad funciona donde sus competidores apenas tienen utilidad- puede provocar este efecto. Pensemos en una crema antiarrugas milagrosa o un crecepelos que realmente hace crecer una tupida cabellera. Estando acostumbrados a que esa clase de productos ofrezcan mínimos resultados, al ver en la publicidad que el nuevo producto es "milagroso" y "realmente funciona" pensaremos que es "imposible", que "es demasiado bonito para ser verdad". Obviamente nos están engañando para conseguir nuestro dinero.

Cada vez es más difícil timar a la gente con tácticas como la de los vendedores a domicilio o estafas clásicas que usan estrategias similares. Pero no creo que el heurístico de "demasiado bueno para ser verdad" se limite a estos casos tan extremos. Me parece que muchas empresas de prestigio con productos legítimos pueden caer en esto y provocar el efecto contrario al que pretenden; al presentar su producto como algo tan bueno que parezca sospechoso a los consumidores.